¿Por qué la presencia de "los otros", esos que vemos tan extraños o forasteros, nos puede llegar a perturbar tanto? Frente a los otros, parece que nos emergiera un antiguo instinto territorial. Sin embargo, en alguna medida todos nos movemos, y dependiendo de la ocasión y del lugar "nosotros" podemos llegar a ser "los otros". Qué triste debatirse pensando en esta dicotomía. ¿Podremos reconocernos finalmente tod@s simplemente como personas humanas? Aquí, un pequeño fragmento de esta interesante parábola:
"Dos pasajeros en un compartimiento de tren. Nada sabemos de sus antecedentes, de su procedencia ni de su destino. Se han instalado cómodamente, han acaparado mesitas, colgadores y portaequipajes, han esparcido periódicos, abrigos y bolsos en los asientos vacíos. Poco después se abre la puerta y aparecen dos nuevos pasajeros. Los dos primeros no les dan la bienvenida (...) Aún sin conocerse en absoluto, los dos pasajeros iniciales demuestran una sorprendente solidaridad mutua. Actúan como grupo establecido frente a los recién llegados, que están invadiendo su territorio. A cualquier nuevo pasajero lo consideran un intruso. Su actitud es la de aborígnes que reivindican la totalidad del espacio disponible. Una concepción que escapa a toda explicación racional. Y que, sin embargo, está hondamente arraigada (...). Tan inocente ejemplo manifiesta sin embargo rasgos absurdos. Por un lado, el compartimiento de tren no deja de ser un lugar de estancia transitoria, que tan sólo sirve para cambiar de ubicación. Está determinado por la fluctuación. Por otro, el pasajero es la negación del hecho sedentario. Ha trocado un terrotorio real por otro virtual. Mas, a pesar de ello, defiende su fugaz asentamiento no sin secreta irritación." (Fragmento de "La gran migración" de H. Enzensberger)
"Dos pasajeros en un compartimiento de tren. Nada sabemos de sus antecedentes, de su procedencia ni de su destino. Se han instalado cómodamente, han acaparado mesitas, colgadores y portaequipajes, han esparcido periódicos, abrigos y bolsos en los asientos vacíos. Poco después se abre la puerta y aparecen dos nuevos pasajeros. Los dos primeros no les dan la bienvenida (...) Aún sin conocerse en absoluto, los dos pasajeros iniciales demuestran una sorprendente solidaridad mutua. Actúan como grupo establecido frente a los recién llegados, que están invadiendo su territorio. A cualquier nuevo pasajero lo consideran un intruso. Su actitud es la de aborígnes que reivindican la totalidad del espacio disponible. Una concepción que escapa a toda explicación racional. Y que, sin embargo, está hondamente arraigada (...). Tan inocente ejemplo manifiesta sin embargo rasgos absurdos. Por un lado, el compartimiento de tren no deja de ser un lugar de estancia transitoria, que tan sólo sirve para cambiar de ubicación. Está determinado por la fluctuación. Por otro, el pasajero es la negación del hecho sedentario. Ha trocado un terrotorio real por otro virtual. Mas, a pesar de ello, defiende su fugaz asentamiento no sin secreta irritación." (Fragmento de "La gran migración" de H. Enzensberger)
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