Hace un tiempo encontré un libro que me llamó la atención. Iba a ser el primer libro en alemán que leería. Por ese tiempo, yo no había acabado ni el curso de integración, que es de alemán básico. Sabía que iba a necesitar ayuda si me decidía a leerlo. Dudé un momento, pero al ver que el autor había recopilado algunas experiencias de vida de personas extranjeras en Alemania, sucumbí sin remedio y lo compré.
El título “Menschen ohne Papiere” ya me advertía de lo que iba a encontrar, pero al leer las distintas historias se me encogía el corazón, y me preguntaba ¿es posible que un estado permita que haya personas viviendo en la clandestinidad tantos años? Me refiero a quienes se las conoce como “ilegales”.
A propósito del libro, me asaltaron tantas sensaciones. La primera vez que tuve conciencia de la situación de “ilegalidad” fue en el País Vasco en el 2003, cuando vivía y estudiaba ahí. Unas amigas y yo nos enteramos de una marcha por los derechos de las personas extranjeras y quisimos participar. Había regular número de personas extranjeras y vascas, algunas llevaban carteles, algunas tocaban instrumentos, otras lanzaban lemas que las demás repetíamos. Fue entonces cuando un hombre extranjero clamó: “¡Ninguna persona es ilegal!”. Aún recuerdo la expresión de su rostro, la he visto en otros rostros, y he sentido una angustia similar en cada renovación de mi visa.
Mientras viví en el País Vasco asistí a eventos similares, y ahí aprendí que el no contar con un permiso equivale, en teoría, a conducir un auto sin licencia. Es una infracción administrativa, no es un delito. Pero la UE se ha encargado de darle la imagen de “delito” a la irregularidad administrativa, para persuadir a la gente a que se vaya de aquí, o mejor, a que ni intente venir.
Tomo en mis manos nuevamente ese pequeño libro verde que no deja de sorprenderme por sus historias. ¿Es que ni los niños se salvan de la denuncia? Las personas sin un permiso llevan el rótulo de “ilegales”, como si la ilegalidad fuera una cosa inherente a la naturaleza de ciertas personas extranjeras y no una situación producto de una política migratoria estatal o regional que no parece haber tomado en cuenta lo que pasa en el resto del mundo. Repaso el texto y encuentro una resumida descripción sobre la inmigración en Alemania y otros países de la UE, así como algunas campañas solidarias con las personas inmigrantes. Se mencionan las “legalizaciones” (qué término más inhumano) de algunos países de la UE y me quedo pensando si estos procesos de regularización administrativa son “la solución”.
Hace unos meses al hablar por teléfono con mi padre, quien ya se había hecho asiduo televidente de la Deutsche Welle, me comentó que Alemania había anunciado una amnistía para las personas sin papeles. Inquieta por la curiosidad, me sumergí en Internet y me enteré que era una amnistía específica para personas que no pudieron acogerse al asilo y que llevan al menos 6 años en el país. La población calculada era de 200 mil personas. En junio, Holanda también aprobaba una amnistía, o llamada también “perdón general”, esta vez para 30 mil personas solicitantes de asilo que llegaron antes del 2001. Uno podría pensar que estas acciones son un pequeño paso adelante, que aunque no se comparen con la regularización de España en el 2005, es algo. Sin embargo, esto no me tranquiliza. La cifra de las personas regularizadas se me va quedando en un segundo plano, y me pregunto cuál es el problema principal.
He visto más o menos de cerca el proceso de regularización de España, y francamente me dio poca impresión de que esa sea la solución. Sé que mucha gente no llegó a entrar al proceso porque no pudo cumplir con los requisitos previos, que muchos de los que obtuvieron sus papeles los perdieron al no poder renovarlos porque los trabajos precarios no dan estabilidad laboral, y que continúa llegando gente aún después del proceso, y les toca enfrenta a un destino incierto. Es decir, la irregularidad se recrea.
Ahora me pregunto, ¿el problema de fondo es la regularización, o acaso podría ser la falta de voluntad política para solucionar los problemas que causan principalmente la migración económica, como la desigualdad económica o la discriminación? (Ojo que hay varios tipos de migraciones)
En un texto que mi esposo usa para enseñar español encontró como tema de discusión una noticia del diario español La Vanguardia que decía: “La ONU advierte que Europa necesitará 159 millones de inmigrantes de aquí al 2025” [1]. Esto ya me termina de desconcertar, ¿se nos necesita o sobramos aquí? Y si Europa nos necesita no entiendo por qué hay personas extranjeras en situación administrativa irregular (me rehúso a llamarlas “ilegales”).
Vuelvo a pensar en este pequeño libro llamado “Menschen ohne Papiere” del autor Siegfried Pater, y no dejo de recordar las historias de algunas personas que me he encontrado en el camino de la vida. Personas humanas, no ilegales.
Gabriela
El título “Menschen ohne Papiere” ya me advertía de lo que iba a encontrar, pero al leer las distintas historias se me encogía el corazón, y me preguntaba ¿es posible que un estado permita que haya personas viviendo en la clandestinidad tantos años? Me refiero a quienes se las conoce como “ilegales”.
A propósito del libro, me asaltaron tantas sensaciones. La primera vez que tuve conciencia de la situación de “ilegalidad” fue en el País Vasco en el 2003, cuando vivía y estudiaba ahí. Unas amigas y yo nos enteramos de una marcha por los derechos de las personas extranjeras y quisimos participar. Había regular número de personas extranjeras y vascas, algunas llevaban carteles, algunas tocaban instrumentos, otras lanzaban lemas que las demás repetíamos. Fue entonces cuando un hombre extranjero clamó: “¡Ninguna persona es ilegal!”. Aún recuerdo la expresión de su rostro, la he visto en otros rostros, y he sentido una angustia similar en cada renovación de mi visa.
Mientras viví en el País Vasco asistí a eventos similares, y ahí aprendí que el no contar con un permiso equivale, en teoría, a conducir un auto sin licencia. Es una infracción administrativa, no es un delito. Pero la UE se ha encargado de darle la imagen de “delito” a la irregularidad administrativa, para persuadir a la gente a que se vaya de aquí, o mejor, a que ni intente venir.
Tomo en mis manos nuevamente ese pequeño libro verde que no deja de sorprenderme por sus historias. ¿Es que ni los niños se salvan de la denuncia? Las personas sin un permiso llevan el rótulo de “ilegales”, como si la ilegalidad fuera una cosa inherente a la naturaleza de ciertas personas extranjeras y no una situación producto de una política migratoria estatal o regional que no parece haber tomado en cuenta lo que pasa en el resto del mundo. Repaso el texto y encuentro una resumida descripción sobre la inmigración en Alemania y otros países de la UE, así como algunas campañas solidarias con las personas inmigrantes. Se mencionan las “legalizaciones” (qué término más inhumano) de algunos países de la UE y me quedo pensando si estos procesos de regularización administrativa son “la solución”.
Hace unos meses al hablar por teléfono con mi padre, quien ya se había hecho asiduo televidente de la Deutsche Welle, me comentó que Alemania había anunciado una amnistía para las personas sin papeles. Inquieta por la curiosidad, me sumergí en Internet y me enteré que era una amnistía específica para personas que no pudieron acogerse al asilo y que llevan al menos 6 años en el país. La población calculada era de 200 mil personas. En junio, Holanda también aprobaba una amnistía, o llamada también “perdón general”, esta vez para 30 mil personas solicitantes de asilo que llegaron antes del 2001. Uno podría pensar que estas acciones son un pequeño paso adelante, que aunque no se comparen con la regularización de España en el 2005, es algo. Sin embargo, esto no me tranquiliza. La cifra de las personas regularizadas se me va quedando en un segundo plano, y me pregunto cuál es el problema principal.
He visto más o menos de cerca el proceso de regularización de España, y francamente me dio poca impresión de que esa sea la solución. Sé que mucha gente no llegó a entrar al proceso porque no pudo cumplir con los requisitos previos, que muchos de los que obtuvieron sus papeles los perdieron al no poder renovarlos porque los trabajos precarios no dan estabilidad laboral, y que continúa llegando gente aún después del proceso, y les toca enfrenta a un destino incierto. Es decir, la irregularidad se recrea.
Ahora me pregunto, ¿el problema de fondo es la regularización, o acaso podría ser la falta de voluntad política para solucionar los problemas que causan principalmente la migración económica, como la desigualdad económica o la discriminación? (Ojo que hay varios tipos de migraciones)
En un texto que mi esposo usa para enseñar español encontró como tema de discusión una noticia del diario español La Vanguardia que decía: “La ONU advierte que Europa necesitará 159 millones de inmigrantes de aquí al 2025” [1]. Esto ya me termina de desconcertar, ¿se nos necesita o sobramos aquí? Y si Europa nos necesita no entiendo por qué hay personas extranjeras en situación administrativa irregular (me rehúso a llamarlas “ilegales”).
Vuelvo a pensar en este pequeño libro llamado “Menschen ohne Papiere” del autor Siegfried Pater, y no dejo de recordar las historias de algunas personas que me he encontrado en el camino de la vida. Personas humanas, no ilegales.
Gabriela
Septiembre, 2007
[1] La noticia se refiere al informe “Migraciones de Reemplazo: ¿Una Solución ante la Disminución y el Envejecimiento de las Poblaciones?", elaborado por el Fondo de Población de la ONU en el año 2000.
Comentarios
he puesto en mi blog alguna información de ayuda para personas sin permiso válido en berlín. tal vez te interese.
saludos,
dani